En una época en la que monarcas, ministros y papas agotan las arcas del estado para satisfacer sus caprichos como estetas, donde prevalecen coleccionistas obsesivos y sin escrúpulos, un tiempo en el que el sufrimiento y el pecado se vuelven casi sinónimos, y la justicia y la crueldad están divididas por un fino borde, en ese período en que los pintores blanden sin reparo pinceles y dagas, y el Destino decide la vida o la muerte en cada asunto, entra en escena: Artemisia Gentileschi.
Apasionada, valiente, emprendedora, sensual, brillante, es una mujer.
La hija primogénita de Orazio Gentileschi, Artemisia se acerca al mundo de la pintura desde sus primeros años, gracias a las enseñanzas de su padre, quien la lleva consigo a donde quiera que vaya.
Padre e hija. Maestro y alumna. Amo y sirviente. Artista y modelo. ¿Quién realmente enseñó a quién? Ese es el verdadero misterio de su relación.
La novela de Alexandra Lapierre titulada ‘Artemisia’ relata todo esto y mucho más. Pero lo que predominantemente nos provoca reflexionar es esto: ¿Sin una Artemisia, habría existido una mujer artista hoy? ¿Una artista libre para expresar sus emociones a través del arte?